El exjefe de sicarios del cartel de Medellín, con libertad condicional, cumplió una promesa.

Popeye puso flores, oró, se arrodilló y acarició y besó la lápida del exjefe del cartel de Medellín.
Mientras estaba detenido en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, en Boyacá, Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, hizo el último juramento a quien fue su patrón, el capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar. Prometió que visitaría su tumba tan pronto estuviera libre. Hoy lo cumplió.
En la mañana, el antiguo jefe de sicarios del cartel de Medellín y quien confesó 300 asesinatos directos, llegó sin compañía hasta la tumba de Escobar, le puso flores, oró, se arrodilló y acarició y besó la lápida, hasta le habló, como si estuviera en frente al mismísimo narcotraficante.
El 2 de diciembre de 1993, cuando cayó Escobar, alias Popeye ya estaba detenido luego de que se entregara a las autoridades en 1991. Años después confesó que había dejado solo a su patrón.
La visita al cementerio Jardines Montesacro de Itagüí, al sur del Valle de Aburrá, duró unos cuantos minutos. Popeye quedó libre en agosto de 2014, pero solamente hasta hoy pudo cumplir su promesa, pues ha estado resguardado para protegerse de los enemigos que le dejaron los más de 3.000 asesinatos en los que confesó haber participado indirectamente y las actividades ilegales que realizó mientras hizo parte del cartel.
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