Puerto Tejada despide en medio de la consternación e indignación a Doña Deyanira Bocanegra Viuda de Giraldo, jefe de una de las familias más reconocidas y respetables de esta población.
Su trágica y absurda muerte ha conmovido las entrañas de este pueblo que ella misma tanto amaba y vivió con intensidad dejando en sus hijos y familiares, el mejor legado del amor al trabajo y servicio por la comunidad.
La muerte nos desconcierta. No importa que sea la de una mujer ya de 83 años. Sabíamos que tenía que llegar ese momento, por el paso inexorable de los años, pero cuando llega de esa manera tan infame nos dejó perplejos, incómodos e impotentes.
Los violentos instantes que le arrebataron su vida, la de Rubiela su amiga de confianza y la de un valiente patrullero de la Policía Nacional, es un acto de los bárbaros que debemos condenar y repudiar todos, que penetra en lo más profundo nuestro corazón, arranca, lastima, hiere y deja un vacío insospechado, porque quienes tuvimos la fortuna de conocerles, aún no salimos del asombro.
El sensible fallecimiento de Doña Deyanira nos llena de dolor a los habitantes de Puerto Tejada, nos parece mentira que haya sucedido, no nos acostumbramos, a que estas cosas sucedan de manera imprevista en nuestra ciudad y lo mejor es evocar intensamente al pasado en donde siempre será gratamente recordada.
Junto a su Esposo Don Ramón Giraldo (q.e.p.d) fue ella la progenitora de un hogar de hombres y mujeres, dedicados al mundo de los negocios y el comercio, que merecen recibir nuestra expresión de solidaridad en estas horas de dolor por la muerte inesperada de tan entrañable ser querido y que el Señor ha llamado en estas lamentables circunstancias, producto del bajo grado en el que ha caído la sociedad donde actúan al margen de la ley los malos y violentos.
La muerte es misterio y con la pura razón no tenemos respuesta alguna. Por eso nos deja desconcertados, perplejos e impotentes. Pero el mejor homenaje que podemos las gentes de Puerto Tejada rendirle a esta mujer es recordarla como la madre ejemplar, la cálida amiga, respetuosa ciudadana y mujer de mucha fe en Dios.
Doña Deyanira no ha muerto del todo. En cada uno de sus hijos e hijas, de sus nietos, familiares y allegados, vive su recuerdo. Está viva como historia ejemplar, en el amor que irradiaba que puede más que ese túnel negro y misterioso con el nombre de muerte.
Pero no es sólo en el recuerdo donde vive Doña Deyanira. El recuerdo podría ser simplemente fantasía. Ella vive realmente en cada uno de sus hermanos de fe que también la lloran y recuerdan con afecto y cariño.
Que Doña Deyanira vea, desde donde el Señor la tenga, siempre unida a su querida familia y que desde allí, en estos momentos sientan que sigue estando a sus lados y de nuevo los bendiga.
La muerte no tiene la última palabra de la vida. La última palabra la tiene Dios. Él es quien nos convoca a la fiesta de la vida eterna. Una fiesta que nos convoca a todos. Que a todos nos va a reunir en la promesa de la futura inmortalidad.
Allí volveremos a juntarnos con quienes en este mundo anudamos a nuestro querer. Más aún: tendremos como amigos a quienes acá nos quisieron tanto y admiramos por su don de gente, sencillez, humildad y calidad humana, como en este caso,siempre demostró Doña Deyanira hasta su último día que vivió en su entrañable Puerto Tejada.
Paz en su tumba.
LABM
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