Henry Fiol, humildad, respeto y gratitud. El Hijo de un caballista, que se inició en las Artes Plásticas y triunfó en la música.

 

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Por: Álvaro Miguel “El Negro” Mina.

“Yo, nací en New York, en el condado de Manhattan, dónde perro come perro y por un peso te matan. La rutina, el truquito, la maroma, ay bendito, hasta Pena me da”.

 

 

Qué amante de la Salsa, no ha bailado, con la melodiosa voz del “blanco, qué canta cómo negro” y quién fundamentó su éxito musical en los acordes del Son Cubano.

Si señor hablamos de Henry Fiol, hijo único del adiestrador de caballos, farmacéutico y exportador de papas a USA, Enrique Fiol, nacido en la Isla del Encanto, y doña Celeste Alcaro, una inmigrante italiana, de la región de la Calabria.

 

 

Orgulloso y respetuoso de sus progenitores, asegura que su talento artístico, proviene de su señora madre en lo analítico, y su sentido musical, llegó del lado del señor Fiol, nacido en la Cantera de Ponce, tierra de grandes cantores tales como: “Pete el Conde Rodríguez, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Ismael Quintana y la más sureña, La Sonora Ponceña”.

Su amor por la cultura y las Artes Plásticas, lo llevó al campus del Hunter College High Schools en Manhattan, dónde escaló y obtuvo los títulos profesionales cómo profesor de Pintura y Arte.

El cantante, compositor y director de orquesta, Henry Fiol, en diálogo con el Periódico La Última y El “Negro” Mina, narró, el amor por sus padres y los motivos que lo alejaron de las Artes visuales.

 

“Es un mundo muy falso, elitista, no me sentí cómodo en ese entorno”. “Me gradué con títulos en Artes Plásticas, además fui maestro. Cuando llegué a conocer ese mundo elitista de cócteles y galerías, donde uno tiene qué besarle la mano a un rico, al comprar una obra para su casa de playa, me sentí cómo un mendigo”.

Su vena artística le permitió aprender a tocar flauta de manera autodidacta, leer música,  construirse como conguero, y desarrollar al máximo sus dos hemisferios, tanto en lo creativo, como en lo analítico.

Su primera incursión musical fue con el  Sexteto Único Latino, en los Hoteles de la comunidad judía y luego con el quinteto “La Placa”.

Su admiración por el ritmo de la Charanga, y las agrupaciones de Jhonny Pacheco, Rafael Cortijo e Ismael Rivera, La Broodwuay, Arcenio Rodríguez, Felix Chapotin, y La Sonora Matancera, lo llevaron a estudiar a fondo las raíces del Son proveniente de la Isla de Martí, especialmente las tonadas guajiras y campesinas,

Y, fue precisamente en las calles del barrio, donde aprendió y perfeccionó su melodioso cantar, que le permitió crear su propio e inconfundible estilo, al entonar y canturrear el electrizante Son Cubano. Ganándose el rotulo de: “El Blanco que Canta cómo Negro”, por parte del respetable y exigente público.

Su ascenso melodioso lo llevó a grabar con la Típica New York, el tema, “Cundi ma Cundi”, su primer éxito.

La creatividad de sus letras musicales, basadas en historias callejeras y el mundo de la Bohemia, le valió para ser fichado por su amigo Willian Millán, para crear el Conjunto Saoko y entrar en la exquisita élite musical de New York, en el año de 1974.

 

 

Durante ésta temporada, Henry Fiol, pintaba con lujo de detalles las carátulas de sus LP, demostrando cualidades y dotes de pintor creativo, en el mundo de las Artes  Plásticas.

Para 1979 se separa del Conjunto Saoko y lanza sus alas en sentido contrario al viento, para tomar altura e imprimir su impronta musical, con el LP: “Fe, Esperanza y Caridad”, en dónde brillaron con luz propia los temas de su autoría: “Oriente y la Juma de Ayer”.

En 1983, funda el Grupo  Corazón y su propio Sello Musical  “Corazón Récord”, luciendo un impecable  traje Hermenegildo Zegna, de color negro; camisa, sombrero y el corazón rojo, en su costado izquierdo, con su éxito Juega Billar.

Una de las mayores satisfacciones, de Henry Fiol, nacido 1947, bajo  el signo Capricornio, la disfrutó en el año 1989 cuando grabó un LP con hijo Orlando Fiol, pianista, e invidente de nacimiento a quién cataloga cómo un joven superdotado en la música.

Éste artista integral, tatuado en el corazón de los salseros, aunque no perteneció al Sello Fania, destacó el valor de lo hecho por  “Pacheco y Massuchi”, al llevar a la Música Latina, a los mayores escenarios del mundo.

La presencia de éste prodigio de la música nos hace pensar que el género de la Salsa sigue vivo, claro; sin los Clubes de los 60, 70 y 80s en New York, la Capital del Mundo, dónde se promocionaban y se disfrutaban las grandes orquestas.

No en vano los productores de la película,  La Salsa Vive, dirigida por Juan Carvajal, invitaron al Maestro Henry Fiol, a nuestra ciudad para hacer parte del equipo de la Premier de dicho Film, el cual refleja aspectos de éste ritmo y su identidad con el bailador en la sucursal del Cielo.

 

 

Lamenta eso sí, que ahora por ésta época las nuevas generaciones no tengan el conocimiento e importancia de la Clave, en la música. Muchos solo se dedican a marcar 1, 2, 3 y 4.

 

Hoy con el paso de los años, la felicidad y armonía del pentagrama debemos agradecer al grupo de amigos liderado por el abogado, Diego Garcés, el arquitecto Jorge López, y el siempre apreciado José Antonio Calderón, quiénes nos permitieron el privilegio de disfrutar de una Noche Inolvidable al lado de ésta leyenda viva de la Salsa, Don Henry Fiol, talentosas bailarinas y quince artistas más entre éstos. “Jacobo”, el prodigioso niño que a sus 14 años, que tal cómo la estrella de Oriente, sigue a paso firme la huella musical del “Blanco que canta como Negro”; con su armonioso cantar y la magia al pulsar las congas.

 

 

Fiol, amante de la comida vegetariana y mariscos, es un hombre de principios éticos y morales, respetuoso de la puntualidad, deferencia especial por su palabra y las buenas maneras.

Dotado de un profundo interés por la gastronomía y la cocina, a la que acude eventualmente como Cheff de platos preferiblemente de origen italiano, ojo pasta al dente.

Los amigos del Maestro, Henry Fiol, lo admiran, extrañan y respetan, pero sobre todo por la valiosa calidad humana que lo caracteriza. Motivo por el que aseguran, que conocerlo y disfrutar de su espectáculo, es una verdadera gracia y distinción.

Recuerden: “El talento no es un bien común”.

A todos mil gracias.

Redacciòn