Gregorio, el último gladiador del brillo del Calzado en Puerto Tejada. Nacido en el mismo barrio de Ben Hur Peña, cantante y actor de Hollywood.

 

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Por Álvaro Miguel El Negro Mina.

 

A finales de la década de los 50 con su característica sonrisa y un cumulo de ilusiones, nació un niño de ébano, a quién bautizaron cómo: Gregorio, mismo, en honor a su abuelo.

Las polvorientas calles del barrio Jorge Eliecer Gaitán, las mismas que albergaron los sueños del actor de Hollywood Jorge Ben Hur Peña, y compadre del campeón mundial de Boxeo, Mohamed Ali, en el occidente de Puerto Tejada, fueron testigo de la amabilidad y picaresca, de Gregorio Cortés, al jugar fútbol, dominó, parques y al elevar las cometas en el mes de agosto.

«Goyo», a diferencia de Ben Hur, quién aprendió la joyeria de la mano del ciudadano  Suizo Juan Kiburs; se decidió por el servicio militar, luego de haber sido sorprendido bailando el disco de Pepe Moreno, «Me voy pal Perú», en la Caseta del Japón, un fin de semana en desarrollo de una recogida del Ejército Nacional.

En primer día en las filas del ejército, los mandos castrenses consultaron al personal sobre sus habilidades y experiencias.

Cómo un trompito «Goyo», saltó al frente de la fila y dijo: «Yo, soy oficial, mientras el silencio y las miradas, colmaban a los presentes. El nuevo soldado de la patria, aclaró qué en verdad, era oficial, pero de la mecánica rusa, repello, pega de ladrillo y manejo de la plomada».

Esa conveniente y útil experiencia, le valió a «Gregorio», para ingresar al Batallón de Ingenieros Codazzi, de Palmira, dónde además aprendió soldadura, todo lo relacionado con trabajos hidráulicos y del caspete.

Aunque su dotación en principio fue un platón para la mezcla, un codal, un metro de esos de madera, que se guardan enrolados, además de un lápiz mitad azul y mitad roja, se le entregó un fusil G3, el cual tubo que ser acondicionado a su baja talla.

Pero igual los fines de semana integraba la agrupación, «Son del Trébol», dónde tocaba las maracas y hacia coro, junto a Meñique y Patepuño. Al igual qué apoyaba las labores del rancho, dónde al final de la molienda, le tocaba doble ración. «En el ejército la pasé muy sabroso, fué una experiencia de aprendizaje y buena vibra», aseguró el amigo Gregorio.

Mientras se rascaba la cabeza, recordando dos combates con insurgentes en los sectores de Venadillo y La Nevera, zona montañosa de Palmira y Pradera.

A mediados de los 70 regresó a su terruño, luciendo camisetas de traje de fatiga y practicando cada mañana, cuclillas, sentadillas, ejercicio y largas caminatas en la Cancha del Hipódromo. Ahí fue donde se dió cuenta qué había que emprender alguna labor, para seguirle los pasos a su coterráneo, modelo, cantante y actor.

En tanto qué su compañero de barriada, Ben Hur Peña, recibía el apoyo de la actriz, Josefina Baker, y comenzaba su exitosa carrera en Hollywood, Gregorio, se preparaba para alzar vuelo laboral.

Luego de frotarse las manos con Ungüento Indio y Mentol Chino, mientras de gustaba una costeñita, en el juego de zapo de La Lomita, la tienda de Daniel Lenta, visualizo un promisorio futuro en la venta de periódicos, revistas, 5 y 6 y loterías.

El primer y positivo apoyo, luego de exhibir orgulloso su libreta de reservista de primera, fué del agricultor, empresario y exalcalde Feliz Angel Lasso Díaz. Un puesto móvil de venta de revistas, periódicos y loterías, se convirtió en la primera misión empresarial de Gregorio.

Todo pintaba color de rosa para el viejo » Goyo». Llegaron las ganancias, y su amor por el baile, las mujeres y las lociones provenientes del otro lado del charco.

La Agua Florida de Murray, de lunes a viernes, y el Pino Silvestre y La Agua Brava, para los fines de semana, lo convirtieron en epicentro de las féminas de la época.

Mientras Ben Hur, hablaba seis idiomas; Gregorio, cómo todo un galán desojaba margaritas para saber con cual de sus pretendientes, decidía formalizar su hogar.

Esa pequeña duda y sus excesivos compromisos, llevaron a la quiebra al querido Gregorio, pues Don Félix Lasso, le cerró los créditos, porque según el viejo, las cuentas no cuadraban. Sus dulcineas y furtivos, amores dieron media vuelta y te veo mateo, quedando tan solitario cómo la una en punto.

A pesar de la derrota; pero con los mismos bríos de microempresario, llegó hasta el andén del Café, La Cigarra, dónde hoy está Drogas La Rebaja.

Ahí en medio de un nuevo emprendimiento se avivó por el arte del brillo del Calzado.Ésta nueva aventura qué inició cómo un pasatiempo, se convirtió en la forma de ganarle la carrera a la reciente derrota.

Ya, con su caja de embolar, dos untadores, tres mantas, el tarro del agua, y cuatro cepillos Bonilla, para el brillo, compartió puesto de trabajo, debajo del Samán, de la Galería Municipal, dónde hoy orgullosamente está el parque Los Fundadores o de las Iguanas para  otros, con los siguientes personajes: Álvaro del Castillo, Sacramento, Mano de Yeso, Orlando Crotalo, Pisigui, Morro, José Quisi, Juan La Lerda, Mi Luis y Monrroy Caregallina.

Ya, con ingresos permanentes estos dos hijos del Barrio Jorge Eliecer Gaitán, decidieron contraer nupcias con sus prometidas.

Jorge Ben Hur, se casó en México con la ciudadana francesa, Nicolle, de cuya unión nacieron: Ana Marina y Cristofer Ben.

En Puerto Tejada, la curvilínea y esbelta morena, Stella Paz Díaz, flechó al escurridizo, «Goyo», de cuya unión nacieron: Viviana, Alejandra, Gloria Amparo y Luz Dary, a las cuales agradece por iluminar cada amanecer porteño.

Con el paso de los años, el modernismo y la inundación de la industria del calzado de toda clase de zapatos tenis, prácticamente acabó con el emprendimiento del brillo del cuero, dijo el viejo «Goyo».

Para no desentonar en la búsqueda de los «Chelines» (ingresos), el viejo Gregorio, paralelo a su labor de lustrabotas, repara calzado, tiene una microempresa de venta de golosinas y acarreos con su bicicleta de doble Barra y parrilla reforzada, dentro del perímetro urbano.

José Victoriano Palomino Montaño, un viejo lobo de mar, nacido a orillas del Rio Saija, en Timbiqui, Costa Pacifica Caucana, asegura que la duración de sus escarpines, se debe única y exclusivamente al mantenimiento del compadre «Goyo», antes de la Santa Misa dominical.

A lo largo de medio siglo de lustrar calzado, práctica: el lavado con Shampoo y brillo con grasa de potro, desmanchar, pulida, cristalizada, o el tío Luis, si el cliente va de rapidez. Las primeras emboladas costaba, un peso hoy cuesta, cuatro mil barras.

Claro que la inseguridad reinante en la región obliga a colocarle cada noche, largas cadenas, con ocho candados, a la Silla masajeadora y giratoria, para la clientela, en acero galvanizado, recubierto de Zing.  Y, La Chaza desde donde de comercializa la confitería y los elementos para el brillo del Calzado.

Fue precisamente esa misma inseguridad, que mantiene incomunicado a «Goyo», con el mundo exterior. Pues llegando a casa, lo despojaron de su único activo fijo, el celular  (Flecha) Nokia, que le había regalado una admiradora.

 

(Servicio Social)

Gregorio, no puede seguir incomunicado, requiere un celular, urgente, para cubrir un mayor radio de acción de servicio a su distinguida clientela.

Para éste ilustre hijo de Puerto Tejada, no hay consistencia en las labores diarias; por la falta de recursos, la lluvia y el bajo auto estima de algunos clientes. Según Gregorio, un hombre mueco, sin peluquear y con los zapatos sucios, no lo enamora nadie, ni tampoco gana Chance.

Esta la bella historia de dos jóvenes nacidos en las Calles del Barrio Jorge Eliecer Gaitán de Puerto Tejada, los cuales brillaron, uno en Hollywood y el otro con el fulgor y destello del calzado desde el Parque Principal, para el mundo.

Recuerda: «Hasta en los Chirivitales, se dan flores aromáticas»; José María Vargas Vila.

Redacciòn