El presidente Gustavo Petro Urrego, este jueves 1 de mayo desafió al Senado de la República para que apruebe la consulta popular con la que su Gobierno se propone revivir la reforma laboral hundida por la Comisión Séptima de la cámara alta del Congreso.
“El pueblo le ordena aprobar la consulta, y sirvo de mensajero como presidente de la República”, proclamó, ante una multitud de simpatizantes en la Plaza de Bolívar.
Al final de su discurso, el momento culminante de la jornada de movilizaciones de este Primero de mayo, el Día Internacional del Trabajo, Petro empuñó la espada del Libertador Simón Bolívar, que había prometido “desenvainar” como símbolo del poder popular.
El presidente enfatizó que . “Nadie puede hoy negar que el pueblo de Colombia, el constituyente, exige que su voz se oiga en la consulta popular”, dijo ante una Plaza repleta, al reivindicar el éxito de las manifestaciones convocadas en distintos lugares del país. Por tercer año consecutivo, el primer presidente de izquierdas de la Colombia .
“Si votan No a la consulta, el pueblo se levanta y los revoca”, les dijo a los senadores. Ahora, la plenaria del Senado tendrá 30 días para decidir si aprueba la realización de ese mecanismo de participación.
“Ni un solo parlamentario que vote en contra de la consulta popular se vuelve a elegir en Colombia, porque nadie votará por él”, reiteró Petro, además de lanzar dardos con nombre propio contra varios de los legisladores que hundieron el proyecto original del Gobierno.
Incluso dijo que los hacía indirectamente responsables por el asesinato de un militante de su movimiento político La Colombia Humana identificado como Luis Alberto Peña de 55 años ocurrido este mismo jueves en Miranda al Norte del Cauca mientras invitaba mediante un perifoneo a la marcha convocada en el marco de la celebración de la clase trabajadora, hecho por el que pidió un minuto de silencio.
Con el micrófono en la mano, leyó una a una las 12 preguntas planteadas por el Ejecutivo, que aluden a lo que se debería considerar horario diurno y nocturno, a un mayor recargo por el trabajo dominical, o a facilitar el acceso a la seguridad social, entre otras. “El que vote No o no quiera estas reformas es porque es un HP esclavista”, dijo después de enumerarlas. Se escudó en que no era ninguna grosería, pues esas letras se podían referir a un honorable parlamentario, político o periodista. “No vale la jugarreta de César Gaviria”, agregó en referencia a la llamada mini reforma laboral que presentó hace tres semanas la bancada del Partido Liberal, encabezado por el expresidente, y que compite con la consulta popular.
El mandatario volvió a insistir en que no busca la reelección, una opción prohibida por la Constitución con la que, sin embargo, sus opositores suelen atacarlo. “Hoy el presidente de Colombia no está pidiendo que voten por él; no me gusta ni siquiera reelegirme”, dijo para quejarse, una vez más, de la Casa de Nariño, el palacio presidencial, un edificio que considera frío y feo, y de la soledad del poder.
“Aquí no queremos adictos al poder, el poder debe ser entregado al pueblo”, aseguró en una pulla dirigida a su excanciller Álvaro Leyva Durán, que la semana pasada lo señaló públicamente de tener un problema de adicción a las drogas que afecta su forma de gobernar, algo que Petro ha negado en más de una ocasión. “Ya he llenado muchas plazas de Bolívar, y he ganado todo lo que podía ganar por medio del voto”, reivindicó.
Al final de su discurso de más de una hora, empuñó la espada de Simón Bolívar y la exhibió ante la multitud, con la precaución de manipularla con guantes quirúrgicos, por tratarse de una muy antigua pieza de museo, una reliquia histórica.
Indicó que empuñarla es un llamado a la movilización popular, en un acto simbólico que evoca su primer acto como presidente: ordenar que esa misma arma fuera enviada de un museo a la Plaza de Bolívar, donde se acababa de juramentar. Ya al inicio de su intervención había reivindicado otro símbolo del libertador, uno menos conocido.
Alzó la bandera de la llamada “guerra a muerte” que Bolívar proclamó en 1813, aclarando que lo hacía porque era un ícono de la lucha por la libertad, y repitiendo que defiende la paz y la no violencia.
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