“A la Madame”.

Por: Álvaro Miguel “El Negro” Mina.

“Me despreciaste en tú boda, eso no me incomoda”. Pero hay cosas qué se heredan, otras qué se hurtan; la verdad de ésta, aunque desconozco su procedencia, sólo tengo claro el destinatario.

Tu odio me identifica, cómo claro receptor; algo qué, luego de tantos intentos de encender del pebetero de la felicidad y la reconciliación; té agradezco por mostrarte con tu verdadera, “Casta y Donaire”.

Ése mismo, “linaje y estirpe”, qué luciste para bien, y en buena hora, en los fatídicos, infortunios de: Doña Ana, Alacho, la tía Itsmenia y la tía Sandra.

De manera inclemente, e inmisericorde, para tratar de entender está vorágine de incertidumbres, y odios, acudo al recordado dramaturgo; “parisino”, padre del romanticismo. Don Victor Hugo;  el mismo de los miserables; pero esta vez, querida, “Madame”; para evocar, su edulcorado poema: “Te Deseo”.

“Te deseo”, además que seas útil, más no insustituible. Y, qué en los momentos malos, cuando no quede más nada; esta utilidad sea suficiente para mantenerte en pie…!

De ti al mirarte en lontananza, sólo tengo reconocimiento, agradecimiento, y orgullo, por lo logrado, y por ser cómo eres; toda una doncella, o mejor un techo irrompible de cristal, con luz propia; eso sí, con tú futurista, exitosa, diáfana y vítrea, sonrisa.

Recuerdo, qué nuestro último encuentro, en una silla comunitaria, en los pasillos, del Centro Comercial Unicentro, fué colmado de sonrisas, besos, y cómo siempre,  mi gran interrogante….?

Por qué me odias..? . No hubo una respuesta..!

Tan sólo una escueta, socarrona, y ladina, sonrisa, qué a decir verdad me devolvió la esperanza de intensificar nuestros encuentros, y la parla. Obviamente teniendo como base, la afinidad de nuestro verdadero, ADN; y por, no ser, esa, una tarde gris, a pesar de la tormenta afectiva.

Aunque inclinado, y reverente, imploré, por nuestro habitual entendimiento; debo reconocer, pesaroso, y mustio, qué fueron puertas cerradas, las qué toqué.

Recuerda, qué hay preguntas, qué sólo el tiempo, es el amo, y único vocero, de una amable y grata respuesta; y lo recordarás, porqué en tus labios llevarás, siempre el inmaculado, sabor a mí.

“Te deseo primero qué ames, y qué amando, también seas amada. Y, qué, de no ser así, seas breve en olvidar, y qué después de la olvidanza; no me guardes infundado encono».

Pero, como bien lo dijo el “Cordobés”, otra vez será…O mejor parodiando al invidente. “amanecerá, y veremos”.

“Te deseo, por fin qué siendo mujer, tengas un buen hombre; mañana, y al día siguiente; y qué cuando estén exhaustos, y sonrientes, hablen sobre el amor, para hilvanar episodios de felicidad. Si todas éstas cosas te llegan a pasar; no tengo, nada más, qué desearte; querida, Madame». Recuerda, qué al final del camino, sólo sonreiremos, quiénes nos amamos!

Sinceramente, no es qué, haya perdido las esperanzas de volver, a sonreir; ni de seguir amándote. Tan sólo aspiro, a derrotar la indiferencia, que nos distancia.

De verdad; quiero de nuevo complacerte, a mi lado, para seguir evocando, al querido, “Alacho”, cuándo; por ésta época reiteraba y pregonaba: “Te quiero mucho Pa”.

Aunque la escribí en una fría madrugada, del 31/12/23 inundada de gratos recuerdos, por el humo de la pólvora, las añoranzas, alegrías, y emociones, del nuevo año; reconozco; qué no te envié la carta; porqué simplemente; un desprecio más de ti, no quiero percibir.

Claro qué al final, el dolor, se calma con una simple ilusión; la misma qué guardo y persevero por él inminente regreso a la normalidad de nuestras amables bromas, y sinceras sonrisas.

Por Eso te convoco a seguir caminando, tras ésas esquivas huellas de felicidad; para encontrar al Dios, complaciente y derrotar, a la bárbara soberbia, qué nos impide sonreír.

Recuerda cómo bien lo aprendiste en tu Doctorado, en música de la Universidad del Valle: “Cantando se olvida el dolor, cantando se olvidan las penas”.

Te reitero, que por sí acaso decides, regresar, y encuentras la puerta entreabierta; por favor derribarla, adentro, ansioso de tí, estaré!. Para otra vez, seguirnos amando, a los acordes musicales de sonoro y amable, Aranjuez..!

“Madame”, recuerda desde el silencio y en los linderos del olvido, igual se ama». Eso sí, si algún día, la turbulencia de la vida, te pregunta el porqué?. Tranquila dile qué la soledad, fué la herencia; ojo, no por una herencia.

A la “Madame”, todo el cariño, cómo bien lo insistía y lo quería, Doña Ana, tu amiga, confidente y consejera…

 

Redacciòn