En diciembre, agradecimiento a los mayores. En la finca faltaban muchas cosas, menos comida, felicidad, respeto y el deseo de superación.

 

Por: Alvaro Miguel “El Negro” Mina.

Imposible no evocar la grandeza y bondad, de nuestros: abuelos, padres y tíos, en la finca durante las reuniones de fin de año, en la Vereda “Gallinazas”. A un lado del Tendal, (dónde se secaban las cosechas); qué nos servía de parque central. Soplando el fogón de leña, donde se cocinaba el aliñado sancocho de “cariseca”, (gallina), con agua de El Río Cauca y las hierbas regadas con el rocío mañanero, en la florecida huerta.

Mientras en la  “Ortofónica” de pedal del tío Alberto ( el votao) Mina, sonaban los acordes musicales de: El Grito Vagabundo, Los 50 de Joselito, La araña pico a Gustavo, El Ron de Vinola, El Ausente, Año Viejo Malicioso y Faltan Cinco para las 12.

Imposible no recordar el afectuoso abrazo de la tía Carmen Orejuela; la “Muchacha Libre” con su Peinilla, a la cintura, la copa roñosa en el delantal, la billetera en el brazier, y el “alfangel” (caballo), estacionado debajo del palo Camia. Materia prima con alcohol, para la única, loción de la época, aparte de la cáscara  de naranja para el brillo de nuestra  piel morena.

A doña, Dioselina, “La rica”, esposa de “Modera”; con su tabaco “Richard” sosteniendo la ceniza, con la candela dentro de su propia boca.

La tía Itsmenia, cómo siempre amplia y bondadosa, repetía y repetía: «coma mijo, coma, repita y lleve pa’la casa. Para mañana el desenguayabe».

Y, claro al otro día, la sopa de pastas la muñeca, de doña Aura, la popular “Pila” y el arroz atollado de la tía Jovina, la esposa de Don Raimundo Núñez.

Bueno recordar a Justina, la popular “120”, con su machete en la mano y su morral repleto de naranjas para el agua fresca; mientras qué; Celmira, la “Caremono”, preparaba el desamargado y las hojaldras.

Al otro día donde Mery, el consomé de menudencias, y donde Herminia, la “carraspanda” se suazaban las hojas de plátano para suplir los platos de China, o la vajilla Corona, qué se cuidaban cómo  un tesoro, para atender a las visitas, en la temporada de navidad y año nuevo.

Doña Ana Delia, Mima, Aura de “Pilan” y “Misiá” Nubia, al cuidado de las vituallas para qué no, nos faltara, el manjar blanco, la natilla, los buñuelos y las hojaldras, sinónimo de navidad, cariño, abundancia, buen comer y adecuada crianza.

Claro qué los tíos: Pilán, Pioco, Marino, Cátedra, Don Eusebio, Custodio, Modesto, “Pisa Gancho”, Leonidas, Griceldino, Diomedes Micolta, Mariano, (el mocoso); Chucho Parrilla  y Manuco), estaban al frente para enganchar la carretilla y la consecución de la leña; además de la leche y la paila de cobre, para batir el arequipe, el cortado,  el desamargado, y para transportar el agua fría de El Río Cauca, ante la ausencia de energía y neveras en el caserío.

Casi se nos queda por fuera, Don Ovidio Orejuela, quién llegaba en bicicleta con su grabadora sonando La Matica de Lisandro Meza, y los cogollos de matarratón para los que tenían mareos, fatigas, dolor de muela, o neuralgias; para luego quedar cómo decía, en las calcomanías de los buses Papagayo; “Me siento nuevecito”.

Traía consigo igualmente la copa cascabelera, junto a la botella curada, con viril de “Cusumbo”, en su morral, para quienes tenían a la fecha problemas de encendido o con la plumilla a media asta.

Qué valga el momento para exaltar al amigo Leonídas Mancilla, del Palito, qué con su acordeón, el diente de oro, y sus gafas oscuras, alegraba las noches, con sus notas musicales; por cierto muy “cucarachoso”, montando su caballo rocillo, al cual le rastrillaba las espuelas en señal de qué había llegado ya, el año nuevo.

Imposible dejar cómo las guayaberas, al viejo Polo Mina, sentado en la curva del remolino de El Río Palo, a la espera de qué los “tinuninos”, (pescados), le salpicaran el tabaco, para luego lanzar sus redes.

Mientras doña Susana, (la campirana) y Modesto, en casa se preparaban, afilando “la manca” (cuchillo corneta), para descamar la pesca y echarla a la paila hirviendo con plátano maqueño, en manteca de lata, revuelta con riñonada, empella, y gordana, lo cual no producía colesterol en la década de los 50 y los 60.

Pero igual después de la resaca del festivo la jornada de relax pescando, era en la laguna de los Floritos, en Casa Blanca, para luego montar la Paila y darle rienda suelta a la ingesta de la subienda, con tostones fritos, acompañado de un refrescante vaso de agua fresca, con buen limón de castilla.

Pero por la Virgen Santísima, imposible olvidar el arroz con pollo y la ensalada de papa, cilantro y mayonesa, preparado por la tía Elvia, (la gordita). El brindis era con Martini Cinzano, y rodajas de limón, para recibir ( Copetón), al nuevo año

Ya, cuando el líquido perlático de la gorobeta caña hacia sus efectos; iniciaban las díscolas miradas y movimientos de rotación y traslación. Ahí los viejos comenzaban a soltar las monedas y uno que otro billete de a peso, lo cual servía para ingresar a matiné el día domingo, al Teatro Mera. Y, a la salida comprar las papas aborrajadas donde Clarita, Harold Masa, y Mariela Lozano.

Los contactos políticos  de  la  época eran Tomasito Ramírez «Línea» y Luis «Papeles» Mina, quienes oficiaban con gran gran desempeño como «cancilleres y enlaces» ante la otrora Caja Agraria y los  jefes políticos. En tanto el tío Miguel Angel se  encargaba de conseguir la s mamporas (bananos) para el sancocho de  cola de marrano los  domingos y los infalibles fríjoles  de  los  viernes.

A nuestros queridos viejos, y al Padre Celestial, siempre gracias por qué nunca nos faltó el cariño, y las buenas viandas en época de: navidad, fin de año, la semana mayor, grados, bautizos, cumpleaños y divorcios. Por eso a todos ustedes gracias por lo bailao, o enseñado y por lo disfrutado.

A los entrañables viejos, nuestro gran homenaje con ésa misma serenata, con la cual nos criaron y donde nunca hubo, ni “hubieron” peleas, ni siquiera un carajo. Sólo felicidad, buena vibra, abundancia y comilona.

Porqué lo más valioso para ellos, era la unidad familiar, la educación, el buen comer, cumplir los compromisos, ir a misa los domingos y ofrecer los diezmos.

Eso sí, que quede escrito en letras de molde. “Todos ellos tenían un común denominador”: La abundancia, responsabilidad, sus dichos, el respeto, la alegría y el cariño a flor de labio; por ésto y muchas cosas más, que suene la parranda de los 50 de Joselito, para recordar las reuniones de familia y a nuestra gran matrona, Doña Genoveva Mina. Y, cómo bien lo solía decir Doña Ana: (El Sol sale para todo el mundo).

Redacciòn