Patricio Romano Petronio Álvarez Quintero nació el 1 de noviembre de 1914 y murió a los 52 años de edad el 10 de diciembre de 1966.
Petronio Álvarez nació en Buenaventura, Valle del Cauca; desde su infancia soñó con la música, fue su principal pasión. La situación lo obligó a vender pan y empanadas de cambray, típicos de Valle del Cauca, que hacía su mamá, Juana Francisca. La manera más práctica para entusiasmar a los compradores fue cantar al son de la improvisación: «Empanadas de cambray, para las viejas, aquí hay, el que no me las compre, déjelas ahí».
Trabajó como notario y siguiendo los pasos de su papá fue a buscar empleo en el puerto de Buenaventura. Comenzó como aguatero, al poco tiempo pasó a los talleres y al final cumplió su sueño, fue maquinista de La palmera, una locomotora. En ocasiones, tocaba la guitarra para deleitar a sus compañeros del ferrocarril.
En 1942 conoció a Veneranda Arboleda Rodríguez, once años después de convivir se casaron, en la Iglesia de San Nicolás de Cali. El rey del currulao interpretó bambucos, merengues, huapangos, sones, abozaos y jugas. Los temas de sus composiciones hicieron parte de la cultura afrocolombiana, anécdotas del pueblo y costumbres funerarias. Bochinche en el cielo, El porteñito, Adiós al Puerto, son algunas de sus canciones.
No solo fue amante del folclor, era un músico versátil. Cantó y compuso tangos y milongas porque admiraba a Carlos Gardel, interpretó canciones como: El suicida, Recordación, El cortito, Con mi guitarra, Canto en arrabal y El pecho me está doliendo. Fue llamado el «Gardel del Puerto. En 1961 se radicó en Cali, donde vivió hasta su muerte, el 10 de diciembre de 1966 de un cáncer óseo.
Nunca estudió en un conservatorio, tampoco estuvo vinculado a un sello discográfico, y jamás recibió dinero por la música que compuso. Aun así, Petronio es hoy reconocido como uno de los más grandes músicos e impulsores de la cultura y el folclor del pacífico colombiano. Pasó a la historia como «El rey del Currulao».
De Petronio aseguran que fue un trovador elocuente, y un improvisador innato. Cuenta la historia que junto a la caja de herramientas de ‘La Palmera’ se acomodaba para deleitar a sus compañeros del ferrocarril con canciones y trovas que de manera espontánea componía y en las que hablaba de la naturaleza y los paisajes que se encontraba en sus travesías ferroviarias.
Le cantó a la brisa, al mar, a Buenaventura, y a las mujeres del puerto que lo vio nacer y al que le dedicó su más recordada obra: Mi Buenaventura. La compuso en 1931 y en 1952 fue grabada por primera vez por Tito Cortés y Los Trovadores de Barú, para luego tener más de 25 versiones diferentes y convertirse en un himno no oficial del puerto, siendo la más popular la interpretada por Peregoyo y su Combo Vacaná.
Antes de morir, Petronio escribió su última canción, que tituló Despedida, y así como en su más reconocida composición, le canta a su querido puerto de Buenaventura a quien el maestro Alexis Lozano hizo una magistral interpretación.
Hoy su nombre queda inmortalizado con el Festival en su memoria que recoge toda la riqueza cultural de la región Pacífica colombiana la cual se se despliega en un encuentro cultural nacional e internacional de seis días en la ciudad de Cali, el Festival Petronio Álvarez.
Esta fiesta que se realiza cada año en el mes de agosto es una ventana que muestra al mundo la música, gastronomía, artesanías y saberes ancestrales de la cultura afrodescendiente del país.
Mas de 3.500 artistas y medio millón de público asisten a una variada programación y se se encargan de amenizar la fiesta interpretando los instrumentos heredados de los primeros pobladores de la región.
Marimbas, violines, flautas, cununos, tambores, bombos y guasás, suenan durante la fiesta junto con las “Cantadoras del Pacífico” que vienen a traer a la ciudad la historia y tradición de la cultura heredada de los primeros africanos que pisaron esta costa.
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