El mundo de los libros está de luto. Este lunes se conoció la muerte de Felipe Ossa, conocido como el decano de los libreros colombianos, y además escritor y coleccionista de comics e historietas.
Felipe Ossa nació en Bogotá, pero se crió en Buga (Valle del Cauca), donde aprendió a leer de la mano de los cómics e historietas a los cinco años.
Tomó clases de dibujo porque quería ser ilustrador e historietista, pero dejó este oficio para disfrutar de lleno su pasión.
Para él estas publicaciones eran, en sus propias palabras, “el recuerdo perenne en la memoria, de una casa grande en la ciudad pequeña y tranquila donde crecí, y la imagen amable de mi padre llegando en las tardes cargado de libros y revistas de historietas para llenarme de felicidad”.
Comenzó a coleccionarlas a los seis años, hizo un receso en la adolescencia y retomó esta actividad cuando ingresó a la librería a los 18 años.
Su padre era librero y le tocó sobrevivir a los acontecimientos del 9 de abril de 1948 vendiendo a la carrera su amada librería para salir con prisa rumbo al Valle del Cauca, eso sí, junto a su preciada biblioteca personal.
Ossa alcanzó a contar con más de 3.000 revistas, novelas gráficos y libros sobre el tema. Escribió y publicó tres obras sobre el denominado noveno arte: El mundo de la historieta, La historieta y su historia y Los héroes de papel.
Por otro lado, fue miembro del consejo de redacción de Click, revista colombiana de estudio e información de la historieta, de la que circularon siete números entre 1979 y 1984.
Felipe Ossa heredó el amor por los libros, pero su pasión aumentó por su propia rebeldía contra el sistema, que lo llevó en búsqueda de sus propias lecturas, y aunque se le conoce como el ‘librero de libreros del país’.
Su historia siempre estuvo ligada a buena parte de los más de 80 años de la Librería Nacional, con cerca de 30 sucursales por todo el país, con un canal digital de ventas cada día más robusto, logrando superar la crisis generada por la pandemia, que al final, terminó fortaleciendo al libro como un elemento clave en tiempos de aislamiento social.
Desde sus inicios, la Librería Nacional implantó el autoservicio. Algo totalmente desconocido en esa época en Colombia, ya que las librerías tradicionales eran hostiles al público, con la barrera infranqueable del mostrador que impedía llegar al anaquel donde el libro puesto de lomo se mostraba indiferente y distante para el lector.
Se creó un modelo de muebles muy funcional, abierto, con la altura adecuada para la comodidad del cliente, donde se exhibían de frente y de forma atractiva todos los títulos de las diferentes materias y temas, creando así una gran camaradería entre el libro y el lector.
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