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Hijo del hombre más rico del país, su designación supone una verdadera incógnita. Noboa, un semidesconocido, no tiene experiencia y prácticamente todas las decisiones económicas a las que se enfrentará afectan de una manera u otra a su fortuna familiar, construida desde hace tres generaciones con la exportación de banano.

Con más del 97% de las papeletas escrutadas y el 52% de los apoyos, gana con holgura a su contrincante, Luisa González, elegida por el expresidente Rafael Correa para tratar de volver al poder.
Noboa, se convierte en el presidente más joven de la historia de Ecuador, tomará posesión en diciembre. Solo gobernará 16 meses, lo que le quedaba de periodo presidencial a Guillermo Lasso, que disolvió la Asamblea en mayo y convocó elecciones para evitar un juicio político por corrupción.
Noboa recibe un país estancado en lo económico y en el que se han vuelto comunes los motines en las cárceles, la aparición de cadáveres desmembrados, los asesinatos a manos de sicarios. En septiembre ya se habían cometido en el país 3.600 homicidios, el doble que el año pasado.
Los cárteles de la droga que mandan literalmente en este país se han infiltrado en una nación que hasta hace unos años era una isla al margen de los problemas de narcotráfico y guerra de guerrillas presentes en la región. La dolarización de su economía y su amplia costa sobre el Pacífico lo han convertido en un territorio apetitoso para el crimen organizado.
Daniel cumple un sueño familiar. Su padre, un hombre con una fortuna de 910 millones de dólares, según Forbes, se postuló a la presidencia hasta en cinco ocasiones. Era un político populista que se presentaba como el Mesías de los pobres, regalaba ordenadores, bolsas de comida y repartía dinero en efectivo sus mítines. El correísmo era su enemigo político.
El hijo, sin embargo, no ha entrado en disputas directas, queriendo proyectar la imagen de alguien alejado de la politiquería. Ha puesto una mampara entre él y sus rivales, y así ha cimentado su victoria. No le ha afectado que la exportadora bananera Noboa tuviera pagos pendientes de impuestos por casi 90 millones de dólares, ni que se revelase en las últimas horas que él mismo se benefició de negocios en paraísos fiscales. El joven había puesto la directa y no había quien lo parara.
Noboa no proviene de ningún partido político ni se define ideológicamente, pero su discurso liberal, su intención de reducir impuestos y fomentar la inversión extranjera lo sitúa en el centroderecha. En campaña se ha mostrado como un hombre familiar —tiene un matrimonio estable, dos hijos y un tercero en camino— que corre ocho kilómetros al día y hace pesas. En los últimos días, con guantes y frente a un saco de boxeo, presumió de su amistad con un luchador de la UFC. Pura política en la era de TikTok. De marejada de fondo, la ilusión de que se trata de una persona de éxito que posee helicóptero propio.
La victoria de Noboa ha supuesto una bofetada al correísmo, el movimiento político alrededor de Rafael Correa. El expresidente eligió a González, una política desconocida y sin mucho carisma, para gobernar por persona interpuesta. No ha sido suficiente la promesa de volver al pasado, cuando el país creció con el dinero del petróleo y sacó a millones de personas de la pobreza. González nunca conectó con el electorado ni pudo distanciarse de su mentor, que genera mucho rechazo en una parte importante de la población.
El resultado ha sido, en cierto modo, una sorpresa. En febrero, en las elecciones provinciales y municipales, la Revolución Ciudadana ganó en Quito, Guayaquil y otras 48 ciudades, y puso prefectos en nueve de las 24 provincias. Entonces se interpretó como un gran éxito y parecía que ponía al correísmo camino a la presidencia. No ha sido así.

Sereno, sin que se le notase la euforia, Noboa ofreció sus primeras palabras tras conocerse los resultados: “Mañana empezamos a trabajar por este nuevo Ecuador para reconstruir un país que ha sido gravemente golpeado por la corrupción, la violencia, el odio”. El candidato siguió el escrutinio desde su casa de la playa, a tres horas de Guayaquil, con su familia y su equipo de campaña.

Su imagen de moderno contrasta con el ideario de la que será su vicepresidenta, Verónica Abad. Ella se define directamente como una mujer de derechas, clásica y provida. En muchos temas sociales, Noboa es una moneda al aire. Muchos de los que tuvieron reparos para votarle pensaban que podría tratarse de la continuación en el poder de Lasso, un banquero que quiso gobernar el país como si se tratase de una empresa. Su fracaso ha sido absoluto, y en el último año ha cundido la sensación de que el país se le iba de las manos. Ni siquiera se le pasó por la cabeza presentarse a la reelección.


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