Había transcurrido el primer año del gobierno frente nacionalista 1959, cuando inicié mis estudios primarios en la Concentración San Pedro Claver, pero aún recuerdo que en el sitio donde hoy está el parque principal frente al Templo Parroquial de La Inmaculada Concepción, estaba ubicada la plaza del tradicional mercado grande.
Alrededor de ella encontrábamos prósperos almacenes, tiendas de abarrotes, panaderías y cafeterías. Recuerdo si mi mente no me es infiel algunos nombres de comerciantes de la época: Noé Sadóvñik, Jacobo Bronstein de origen hebreo, los Libaneses Abu, Mitri y Rohit; el Indostán Backer Rezza, y Félix Jamis; también estaban los hermanos Diego y Nicanor González, joyeros y relojeros como los hermanos Custodio, Constantino y Cantalicio Soler y don Pablo Mejía, igualmente, creo que los comerciantes oriundos de la región eran Lázaro Viáfara, Jesús María “El Negro” Barona y Enrique Restrepo Sierra y su hermano «Tono».
Todos ellos proveían de toda clase de artículos y mercancías a los viajeros de la ruta Cali, Puerto Tejada, Santander, Popayán, Pasto. También los vendedores ambulantes ofrecían canastos con pandebono, pandeyuca, empanadas de cambray y otros comestibles. Los buses de Expreso Palmira hacían estación en el negocio Manuel Cabrera y los de la Flota Magdalena donde Erasmo Mayorga.
A lo largo de lo que conocimos como la avenida Juan de Dios Mejía (Desde el otrora Banco del Estado hasta el puente metálico sobre el río El Palo, se realizaba el mercado de la «Plaza Chiquita» que era como la continuación del mercado principal y se llevaban a cabo con gran concurrencia como actualmente los miércoles y domingos, pero con mayor movimiento comercial de toda la región.
En este sector de la «plaza chiquita» estaban los negocios de compra de café y cacao, los cuales eran manejados por familias paisas, como los hermanos Desiderio y Ramón Giraldo, la familia Agudelo y el señor Amador Franco quien también tuvo prendería con sus hermanos Julio y Darío.
A lo largo de la zona ribereña del río El Palo, sobre la carrera 21 se encontraban las toldas de las vendedoras de comida, las cuales servían a los visitantes y camioneros en su mayoría pastusos con suculentos sancochos de pescado y de gallina.
Las vendedoras más renombradas fueron Visitación Ararat, Emilia Rodríguez y la «Dominicana» por ser oriunda del Caribe.
Los días de mercado atraían a toda clase de vendedores de telas, ungüentos y jarabes, lo que más recuerdo de esa época fueron los famosos culebreros y adivinadores de la suerte con culebras llamadas «margarita» y con pericos que entregaban las cartas de la buena suerte.
El señor Camargo que venía desde Ecuador en su proyector móvil y nos presentaba en las noches, luego de vender sus jarabes milagrosos el famoso «cine gratis».
Contaba Puerto Tejada, también con el Teatro Mera, en el cual además de ofrecer películas mexicanas y de vaqueros, se presentaban artistas y cantantes de la talla de Luis Ángel Mera, Tito Cortés y Ricardo Fuentes, entre otros. Todos estos aspectos han quedado guardados en el baúl de la nostalgia.
Rodrigo Carabalí Navia
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