El cacao fue el elemento primario del crecimiento de la economía agrícola afro campesina de Puerto Tejada

 

La base sobre la que Puerto Tejada creció materialmente tuvo que ver con una producción afro campesina basada en el cultivo y producción de cacao en las primeras décadas del siglo XX.

El vertiginoso incremento tanto de su producción como de su comercio, estuvo estrechamente ligado con un proyecto capitalista de modernización a nivel mundial y latinoamericano.

 El puente fue Cali, capital del Departamento del Valle del Cauca y población más importante de la región, ciudad que para esos años estaba creciendo comercial, industrial y demográficamente.

El nexo con este mercado fue la clave para que se articularan producción campesina Afronortecaucanas y consumo caleño a través de un grupo cada vez más numeroso de intermediarios.

Esa producción que, dicho sea de paso, era familiar y llevada a cabo mediante faenas comunitarias/familiares con técnicas y herramientas simples, aprendidas durante generaciones.

El tipo de campesino presente en Puerto Tejada a principios del siglo XX estaba dedicado más que a las labores pecuarias, a las agrícolas.

Una vez revisadas y analizadas las fuentes, sobre todo las orales, resolví llamarlo agricultor. Este agricultor era en esencia cultivador de pan-coger en especial de cacao, producto que sumado al café y al plátano, lograron coadyuvar al bienestar de la familia, el pago de la propiedad, la compra de insumos y al esparcimiento.

Pertenecía a una comunidad que mantenía una serie de códigos morales basados en una ética de la reciprocidad. Dicha comunidad se basaba en la familia grande, y era sobre la cual se desplegaban principios o valores, reproducidos bajo instituciones como la minga y el cambio de mano.

Para el campesino-agricultor que estaba produciendo bajo terraje, su relación con la propiedad era peculiar. Aunque podía vender su finca y lo producido en ella, se encontraba insertada en otra propiedad (debido al proceso histórico de poblamiento y esclavización, como ya dijimos), además continuaba pagando el canon anual en metálico.

Muchas veces la deuda pasaba a personas que compraban dicho predio. En fin, no era un derecho de posesión definitivo o, lo que es lo mismo, su propiedad no era efectiva.

 Los campesinos-agricultores heredaron un territorio previamente construido y significado por sus antepasados. Sobre éste no solamente produjeron y reprodujeron realidades simbólicas, sino que además lograron gestionar actividades productivas comunitarias que terminaron formando economías campesinas propias.

La ética campesina Afronortecaucanas suponía un bloqueo ante la avanzada capitalista, ya que la relación tierra-mercantilización estaba fuera de discusión.

Así mismo, la existencia de balseros campesinos o “bajadores” revela esta incompatibilidad. Sin embargo, esto no fue absoluto. Según los protocolos notariales, ya se venían presentando prácticas mercantiles tanto con cultivos como con unidades de producción. Así lo muestran también las prácticas de arrendamiento entre campesinos.

Estábamos entonces asistiendo a un proceso de conflictividad de éticas o racionalidades, en las que las prácticas de mercantilización de los factores estaban tomando fuerza.

César Enrique Zape Jordán

Redacciòn