Este Lunes Santo 3 de abril, no tiene festejos particulares como otros días de la Semana Santa, pero sí tiene una gran importancia histórica y religiosa. Al contrario con otras jornadas de la semana, la Iglesia no dispone de misas especiales por esta fecha, sino que continúa con el servicio normal.
Este día, también conocido como «Lunes de Autoridad», recuerda el segundo día de Jesús desde su llegada a Jerusalén. Este otro nombre proviene de cuando la autoridad de Cristo fue cuestionada, mientras enseñaba en el patio del templo, por un grupo de ancianos y sacerdotes.
De acuerdo al Evangelio de Mateo, este acontecimiento tomó lugar poco después de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén, que al saber que Jesús no estaba allí —se hallaba en Betania, en el hogar de Lázaro— habían instalado un mercado en el lugar.
Otro de los hechos que se conmemora en este Lunes Santo es la unción de Jesús en la casa de Lázaro, que llevó a cabo María de Betania, una de sus hermanas; este momento está reflejado en el Evangelio de Juan.
La respuesta que les da es un poco enigmática, tanto que ni siquiera sus discípulos lo entendieron entonces. La respuesta de Jesús se podría formular así: «Ustedes han prostituido el Templo de Jerusalén. Lo que están haciendo ahora es destruirlo. Y así ocurrirá. En cambio, yo soy el nuevo Templo. Mi cuerpo ciertamente será destruido, pero a los tres días resucitaré».
De veras, Jesús es el Único en donde Dios y la humanidad se encuentran. Jesús es el «templo nuevo» inundado por el Espíritu de Dios. El cuerpo de Jesús se convertirá en la morada viviente de Dios en la tierra, y el centro de todo culto verdadero.
Para encontrarse con Dios, no basta entrar en una iglesia, no basta el incienso, ni las aclamaciones, ni las liturgias solemnes. Los verdaderos adoradores son aquellos que viven ante Dios en espíritu y en verdad, como le había dicho Jesús a la Samaritana.
La verdadera adoración consiste en vivir con el Espíritu de Jesús en la Verdad del Evangelio. Sin esto, el culto es adoración vacía. Es necesario acercarse a Jesús, entrar en su proyecto, seguir sus pasos, vivir con su espíritu.
Hay corruptos a nivel internacional, nacional y local. Hay corruptos en la política, en los negocios, en los medios de comunicación, en los sindicatos, en las escuelas, en las universidades (vendiendo plagios); en todas las instituciones. También en la Iglesia los hay.
Lo importante no es dónde adorar a Dios, sino cómo adorarle: en espíritu y verdad, y sirviendo a los hermanos. El hecho de que Jesús haya hecho un látigo y con él, haber expulsado a los mercaderes del templo, debe llevarnos a revisarnos cómo conservamos el templo de Dios de cada uno de nosotros, que es el cuerpo.
Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, por lo tanto, es templo de Dios, ¿lo hemos corrompido con el mundo con la ambición de las riquezas y el dinero?, ¿o se lo dedicamos a Dios a través de una buena purificación interior?


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