Miles de seguidores del ultraderechista expresidente de Brasil Jair Bolsonaro han invadido la sede del Congreso, de la Presidencia y del Tribunal Supremo, en Brasilia, para exigir una intervención militar y sacar a Luiz Inácio Lula da Silva del poder, que tomó posesión el 1 de enero.
El asalto de Brasilia recuerda al perpetrado en el Capitolio de Estados Unidos hace dos años con la diferencia de que el Congreso brasileño no sesiona hasta febrero, pues están de vacaciones.
En tanto la policía recuperó el control del Tribunal Supremo sobre las 17.00 (hora local) y más tarde del Congreso y el Palacio de Planalto, la sede de la Presidencia.
Se han reportado al menos 150 detenidos. El presidente Lula ha decretado la intervención federal en Brasilia, lo que supone el control de la seguridad de la capital.
«Hemos recibido apoyos de muchos países, Argentina, Ecuador, Perú… Y fuera de nuestra región se manifestó Macron en Francia y Estados Unidos, con un menaje muy fuerte en defensa de la democarcia brasileña. La OEA manifestó un rechazo absoluto a los actos de violencia. La democracia de Brasil está fuerte», dijo el ministro de Exteriores, Maurio Vieira.
El ministro asegura que no tienen indicios de apoyo externo al asalto a la sede de los tres poderes del Estado registrado este domingo en Brasilia. «Seremos un apoyo secundario de las investigaciones», dijo Vieira, quien recuerda el cenentar de delegaciones internacionales que viajaron el 1 de enero a Brasil para participar de la jura de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente.
Las cámaras de la televisión brasileña mostraron los destrozos que los manifestantes produjeron dentro de las sedes del poder en Brasil: vidrios rotos, salones con el mobiliario destrozado y computadoras y papeles desparramados por los suelos en las oficinas.
Los detenidos enfrentan una pena de entre cuatro y 12 años de cárcel, porque se les ha aplicado el artículo del Código Penal que castiga a quien «intente derrocar un Gobierno legítimamente electo».




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