Hace más de un mes llorábamos la muerte de los cadetes de la Escuela General Santander y hoy condenamos a la institución por el suceso de las empanadas
Desafortunadamente con el auge de la violencia, grupos armados ilegales, el narcotráfico y actos terroristas se desnaturalizó la Policía, puesto que se vio obligada al amparo de las armas y actitudes propias de la táctica militar para cumplir con su función primordial de asegurar a los colombianos que convivan en paz, lo que se ve amenazado con la perturbación del orden púbico por los diferentes factores generadores de violencia.
Esta dualidad constitucional y jurídica, con la realidad del país, ha puesto a la entidad en el ojo del huracán, ya que se han convertido en blanco de acciones terroristas por parte de los grupos ilegales, sin contar con que algunos de sus integrantes se han visto envueltos en acciones por fuera de la ley, casos de corrupción y operativos donde el exceso de fuerza ha predominado, desdibujando la imagen de la institución ante los colombianos.
Además de ello, los honorables congresistas dando cumplimiento a sus funciones constitucionales de legislar han creado leyes que restringen cada vez más las libertades, empoderando a la Policía con funciones como el ingreso a un inmueble o el arresto a una persona sin una orden judicial, lo que ha desatado olas de detracciones a la entidad porque según esto aumentaría los casos de corrupción y atropellos a la población civil.
Ahora bien, con la implementación del nuevo Código de Policía, la publicitada multa a un comprador de empanada se ha convertido en la gota que rebosó la paciencia y consideración de los colombianos con la institución, la cual ha sido objetos de críticas, burlas e insultos por las redes sociales, creando un ambiente de inconformismo, desconfianza y aversión contra los agentes policiales.
Es de entender el repudio de los colombianos ante esta sanción que a simple vista parece injusta e insólita (¿multar a una persona con $800.000 por comprar una empanada en la calle?), pero también es cierto que esto no es culpa de nuestras agentes de policía, sino del nuevo Código de Policía que sanciona esta conducta.
Creo que debemos desarmar nuestros corazones, mirar más allá de los casos aislados que empañan la institución. También debemos valorar, apreciar y reconocer la gran labor que prestan nuestros policías, los cuales abandonan sus familias para brindarnos una convivencia en paz y bajo seguridad.
En vez de buscar culpables en nuestros agentes de policía y encaminar todo nuestro desacuerdo en ellos, debemos demandar como inconstitucionales todos los artículos del Código de Policía que atenten contra nuestra Constitución, además de reclamar y castigar a nuestros honorables congresistas por legislar en contra del pueblo.
Por: Diogenes Armando Pino Sanjur
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