Ya casi terminamos este año 2018 que se nos ha dado vivir y vamos a comenzar otro. Uno se va y otro viene. La rueda del tiempo parece no descansar nunca, girando una y otra vez, abriendo y cerrando ciclos. El tiempo envejece y rejuvenece. Nace y muere. Se gasta y se transforma. Se recicla y resucita.
Un año nuevo para un tiempo viejo y memorioso. Un año para que -de nuevo- nos haga renovar la esperanza.
¿Qué nos deparará el año que nace?; ¿qué se lleva de nosotros el año que termina?, ¿cómo termino el año que nos deja?; ¿qué le dejo yo al año que se acaba?; ¿qué cosas acaban con este año?; ¿qué cosas se inician con el año que llega?
Cada año tiene 525.600 minutos. Los vamos transitando uno a uno. En el reloj de arena del tiempo, grano a grano va cayendo. Recordemos que todo se puede recuperar menos el tiempo transcurrido.
¿Con qué llenamos cada uno de esos minutos que se nos confían a término?; ¿qué hacemos con esos minutos que se nos entregan para que los administremos lo más sabia y prudentemente posible para el bien?
¿Qué es lo da sentido al tiempo?; ¿cómo se mide el tiempo que vivimos?, ¿por el amor, por el encuentro, por los afectos, por los momentos compartidos o por los recuerdos añorados?
La vida consiste en buscar nuestra forma de amor y de amar. La vida es un ensayo -cada vez más completo y más pleno- de nuestra propia felicidad posible.
¿Cómo viviré estos 525.600 minutos?; ¿cuántos de ellos estarán destinados a la felicidad, cuántos al amor, cuántos al dolor, cuántos a la alegría y cuántos a la tristeza?; ¿cuántos serán míos o serán de los otros?; ¿en cuántos me encontraré con Dios?, ¿en cuántos me encontraré con mis seres queridos y amistades?
Aceptemos de un año nuevo 2019, no para que nos haga más viejos a nosotros sino, al contrario, para que nos renueve en el amor, nos renovemos como seres humanos que cometemos errores, propongámonos a ser mejores, dejar los odios y resentimientos a un lado, perdonar y aceptar a los demás como son, a ser tolerantes en medio de diferencias y que ojalá nos perdonen por las ofensas, fallas y torpezas cometidas.
Sin embargo, hay algo que olvidamos a menudo: agradecer a Dios por estar vivos, por lo bueno y lo no tan bueno, por las lecciones aprendidas, por la fe y la esperanza, por los sueños.
Enero,el mes de los «guayabos e incertidumbres» es un buen mes para acordarnos de agradecer lo generosa que es la vida con todos, aunque no lo entendamos, aunque pensemos que Dios se olvidó de nosotros. El buen Dios nunca se va a olvidar de sus hijos, somos nosotros quienes nos olvidamos de Él.
Bendigamos de antemano el año 2019 que se nos serán dado para que todo se mida desde el amor y brindemos por quienes ya no están a nuestro lado, se han ido para el cielo, no merecía irse y que recordamos con tanto afecto y cariño.
Feliz Año Nuevo…!
LABM
Debe estar conectado para enviar un comentario.