A sus prodigiosos 96 años de edad don Darío Franco Cortéz sabe que la vida es un camino que sin duda alguna tenemos que recorrer, pero… ¡calma! no es una competencia, ni una carrera, lo importante no es cumplir con los estándares que otros han impuesto, lo realmente importante es ser felices, haber servido a sus semejantes y descubrir a nuestro ritmo lo que nos motiva y hace soñar con cada día ser mejores.
Nacido el 7 de Junio de 1922 en Rionegro, Antioquia dejó su trasegar de arriero , pero con ese mismo espíritu en la década de los cuarenta arriba a Puerto Tejada, junto a sus hermanos Julio y Arnulfo para entonces iniciar su labor como comerciante administrando una prendería por algo más de 40 años.
Recuerda como si fuera ayer aquel viernes del 18 de Diciembre de 1953 en el que Monseñor Gersaín Marín Molano, en la Parroquia de La Inmaculada Concepción le dio la bendición en las nupcias con su señora esposa Gilma Prado con quien tuvo cuatro hijos: Javier,Raul,Rubén y Adolfo.
El haber llevado intachablemente las cuentas de la compraventa que administró durante cuatro décadas fue lo que le permitió ejercitar su cerebro manteniéndolo aterrizado y con extrema humildad, aumentando las posibilidades de conservarse lúcido y comparativamente sano al llegar a la vejez, lastimado por una ligera afectación auditiva , pero “entero” de delgada figura para aún entretenerse en su negocio.
Pero Don Darío en medio de trapeadores, escobas, repuestos para ollas pitadoras y licuadoras, y uno que otro tornillo, nos revela que realmente lo que lo ha mantenido con la vitalidad pese al paso inexorable de los años es, “la sana costumbre de zamparme un traguito de aguardiente después de bañarme en ayunas y otro antes de almorzar”.
A sus 9 nietos y 3 bisnietos, a sus amigos y vecinos suele contarles cómo cuando manejaba la compraventa de su hermano además de cargar un poco más de medio centenar de ahijados, solía resolver por ejemplo la necesidad de recursos de los músicos de antaño que empeñaban sus instrumentos y le rogaban que se los prestara “tenía un toque y que la única forma de sacarlos era que se los facilitara, cosa que yo accedía e infaltablemente pagaban al otro día de las serenatas”.
“En esa época daba gusto trabajar y servir con gente muy honesta, con principios y valores. Yo recuerdo esa Puerto Tejada de gente trabajadora, buena, que cultivaban sus tierras y lo sano que era departir con los amigos uno que otro traguito sin problemas…” asegura Don Darío al recordar a su extinto compadre Carlos Álvarez.
Existe una gran realidad que hoy día parece ser olvidada: La vejez está llena de sabiduría. Conversar con Don Darío Franco resulta muy agradable porque está lleno de anécdotas y recuerdos imborrables que hacen parte de la misma historia de Puerto Tejada.
Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta, pero Don Darío Franco quien es muy querido y estimado por las gentes de Puerto Tejada, aún nos enseña que cuando a él le dicen que está demasiado viejo para hacer una cosa, procura hacerla enseguida, como el barrer el frente de su casa siendo el buen ciudadano que siempre lo ha caracterizado.
El ser el último sobreviviente de los comerciantes más antiguos de la calle 15 y quizás de toda, Puerto Tejada, Don Darío Franco que nunca perdió su acento paisa y ganas de trabajar, nos demuestra entonces que los adultos mayores pueden seguir participando activamente en una diversidad de ocupaciones de la vida cotidiana colaborando notoriamente en las dinámicas diarias de la familia y la comunidad que los rodea.
LABM
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