Veinte años después los bachilleres de la promoción de 1997 del Colegio Nacional José Hilario López de Puerto Tejada nos reencontramos para celebrar la inolvidable ocasión.
Con sonrisas en el rostro y el alma, empezamos a llegar a la reunión. Más de 20 personas volveríamos a juntarnos luego de muchísimos años de no vernos. Era la celebración de los 20 años de habernos graduado del Bachillerato y mis emociones estaban a flor de piel.
Esta fue una extraordinaria oportunidad para recordar aquellos tiempos de esta Institución Educativa y evocar cuantos sueños se forjaron en ese lugar, cuantas anécdotas, tantas memorias.
Volvimos el tiempo atrás y todos y cada uno de nosotros nos convertimos en aquellos adolescentes desesperados por comerse al mundo y cumplir muchísimas metas y sueños.
Recordamos a nuestros entonces educadores, profesores que con gratísimos momentos nos enseñaron no solo a sumar, restar y multiplicar, las lecciones de historia, física, química o filosofía, sino principios y valores que siempre agradeceremos de por vida.
Entre risas y fotografías nos contábamos brevemente que había sido de nuestra vida en tantos años. En mi caso, prácticamente no le conté nada a nadie, simplemente porque me dediqué a abrazarlos y a disfrutar la fiesta en todo su esplendor.
Es muy difícil describir la alegría al vernos todos juntos otra vez. Saber que a todos les ha ido bien, que han logrado cumplir sus sueños profesionales y que aunque con altas y bajas, sus vidas personales también han ido por buen rumbo.
Sólo puedo decirles gracias por su amistad y su cariño de siempre. Gracias por formar parte de mi vida y mis recuerdos. Gracias por estos 20 años… ¡Y que vengan muchos más!
El José Hilario tiene la fama de haber sido uno de los mejores del Cauca, todo un referente educativo y la peor época de nuestras vidas. Para muchos, los reencuentros con aquellos años de la adolescencia son ocasión para revivir épocas doradas; para otros, son una oportunidad para enfrentarse con los complejos del pasado.
El abanico de sensaciones que suelen deparar este tipo de encuentros es muy amplio; por eso, el desafío es acoger lo bueno y desechar lo malo del pasar de los años.
Pese a que han pasado dos décadas, una reunión como estas siempre será un pretexto para hacer aquellas bromas que solo la generación entiende: hablamos de los maestros, de directores del colegio, de excompañeros desaparecidos y de amores de la adolescencia.
Que Dios les bendiga siempre y los llevo en mi corazón.
Gloria Inés López Orduy
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