El exjefe negociador aseguró, en una rueda de prensa, que “he tomado la decisión de poner mi nombre a disposición de los colombianos como candidato presidencial”.
De la Calle dijo que, aunque no descarta la recolección de firmas para su candidatura, esperará que el Partido Liberal “defina las reglas” para escoger a su candidato. También afirmó que la idea de una consulta interpartidista en marzo, propuesta por el senador Juan Manuel Galán, “es muy buena solución”.
Además, y aunque es evidente que parte central de su candidatura será la defensa de los acuerdos con las Farc (del que aseguró que “volverlo trizas, abre posibilidades a viejos y nuevos conflictos”), también mencionó la lucha contra la corrupción como una prioridad en su candidatura. Adicionalmente, afirmó que desde este momento hasta noviembre recibirá propuestas de los ciudadanos para tener “una plataforma construida de manera colectiva”, y que en ese mes “anunciaremos nuestros compromisos concretos”.
Sobre la situación en Venezuela, otro de los temas que serán fundamentales en la campaña presidencial, aseguró que “hay que seguir impulsando los mecanismos diplomáticos”, así como que “todos los países latinoamericanos deben elevar su voz, ante la dictadura que se ha instaurado” en el país.
También se refirió a la popularidad de Juan Manuel Santos como un posible impedimento para conseguir los votos de los colombianos. «Yo tengo una deuda de lealtad con el presidente Santos por haberme permitido ir a La Habana en nombre de la sociedad colombiana para garantizar el derecho a la paz, pero no fui propiamente del Gobierno ni tengo responsabilidades en otro tipo de políticas públicas. No incurriré en una deslealtad para ganarme simplemente unos votos, pero me siento en libertad de señalar un camino de transformación y cambio», puntualizó.
De la Calle aseveró que espera “consolidar una coalición enorme que puede ganar en primera vuelta”. En ese sentido, aseguró que, además de los partidos, precandidatos y candidatos que han mostrado su apoyo a la paz, espera “convocar a movimientos sociales, a estudiantes y académicos”.
La candidatura de Humberto de la Calle desde hacía semanas que venía sonando, pues desde distintos sectores le habían pedido que se lanzara para la Presidencia. La petición más reciente se conoció este martes cuando más de 400 líderes gremiales, de la academia, políticos, entre otros, le mostraron su apoyo a de la Calle en una candidatura que ya se ha confirmado.
Humberto de la Calle Lombana, el jefe negociador del Gobierno en los diálogos de paz con las Farc, que llegaron a feliz término, es un jurista apegado a la ley y las instituciones al que algunos ven como potencial candidato presidencial en 2018.
Nacido el 14 de julio de 1946 en Manzanares, municipio del departamento cafetero de Caldas, en el centro del país, De la Calle ha encabezado durante 44 meses a la delegación oficial en La Habana y respondido en Colombia las críticas al proceso de paz que se espera que se firme en los próximos días o semanas.
Con contundencia y una postura académica, De la Calle ha explicado en diferentes foros el acuerdo de paz que las partes terminaron de negociar ayer en La Habana como algo «realista» para que en el país «nunca más haya política con armas».
En esa tarea ha sido enfático en criticar «las tremendas imprecisiones en las que incurren los opositores al proceso», al denunciar una supuesta impunidad o concesiones en materia política o de propiedad privada.
Su toque doctoral, que combina con su afición a la poesía, le viene de sus estudios de abogado en la Universidad de Caldas, donde se graduó en 1969, el primer paso para una dilatada carrera política en las filas del Partido Liberal, que le llevó incluso a ser vicepresidente de la República.
De la Calle inició su vida laboral en Manizales, capital de Caldas, como decano de la facultad de Derecho de su universidad, y luego subió posiciones en el servicio público, tras comenzar como Secretario de Gobierno de su departamento.
El salto a la gran política lo dio durante el Gobierno del presidente conservador Belisario Betancur (1982-1986), periodo en el que estuvo al frente de la Registraduría Nacional del Estado Civil, organismo que organiza las elecciones.
Luego fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia y, en 1991, durante la presidencia del liberal César Gaviria, a quien es cercano, llegó al cargo de ministro de Gobierno, cartera cuyo nombre cambió luego por el de Interior.
Desde esa posición representó al Gobierno en la Asamblea Nacional Constituyente que, en 1991, reformó la Carta Magna de 1886 y dotó al país de una más moderna.
De esa época data su experiencia en contactos con grupos guerrilleros, pues trabajó para facilitar la participación política de desmovilizados del Movimiento 19 de Abril (M-19), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y otros menores, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Quintín Lame, de origen indígena.
Con esa trayectoria pensó en aspirar a la Presidencia de la República en las elecciones de 1994, pero su partido designó como candidato a Ernesto Samper, a quien finalmente se sumó como aspirante a la Vicepresidencia, y ganaron los comicios.
Sin embargo, el escándalo desatado por la revelación de que dineros del cartel del narcotráfico de Cali entraron en la campaña de Samper lo distanciaron del presidente y renunció a la Vicepresidencia el 10 de septiembre de 1996, dos años después de asumir el cargo.
Tras un paso fugaz por la diplomacia como embajador de Colombia en el Reino Unido durante la Presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), volvió al país en 2001 como ministro de Interior y luego fue embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA) durante el primer mandato de Álvaro Uribe (2002-2010).
Después de esas experiencias, reanudó su actividad privada en un bufete de abogados, sociedad que luego abandonó y, en compañía de su hijo mayor, se asoció con el español Garrigues, especializado en contratación mercantil y derecho societario.
En septiembre de 2012, volvió a la vida pública cuando el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, lo llamó para encabezar su equipo negociador de paz, donde a los 69 años de edad ha alcanzado la proyección que no tuvo en cargos más altos de la vida nacional.
Por su trabajo en La Habana y la firmeza con que ha defendido su convicción de que es posible terminar mediante el diálogo más de medio siglo de conflicto armado, ha vuelto a sonar a sus 70 años como posible aspirante a la Presidencia colombiana en 2018 para aplicar los acuerdos que negoció con las Farc.
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