PTAR, Aguas podridas y política

 

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En Popayán, después de 17 años de hacer los primeros estudios, en  buenahora, la administración municipal y la empresa de Acueducto y Alcantarillado intentan construir la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales, PTAR.

Aunque tarde, con relación a la mayoría de municipios del país, buscan remover el 50% de los residuos sólidos que llegarán a los colectores a instalar paralelos a los cursos de los ríos Molino, Ejido y quebrada Pubus y que desembocarán al lado de los bloques de apartamentos y viviendas de la urbanización El Valle del Ortigal, donde tal como estaba proyectado desde el 2006, será adecuada la laguna de “oxigenación extendida” con sistema aeróbico, en presencia de oxígeno y bacterias que ayudarán a purificar las aguas y a minimizar los malos olores, antes de retornarlas al curso del río Cauca.

Según los diseñadores de la planta y cuyos trabajos fueron evaluados recientemente por profesionales de la universidad del Cauca que evaluaron los estudios previos y le dieron el visto bueno, siempre y cuando acepten recomendaciones para ajustarlo y hacerlo viable.

Pero mientras en la capital del Cauca, aunque tarde, intentan purificar las aguas contaminadas durante años, en el país nos quedamos expectantes ante el alto grado de podredumbre que se fermenta en aguas de la política colombiana, en las que por décadas, como peces inmunizados en aguas podridas, han aprendido a nadar y se han zambullido las clases dirigentes que nos han gobernado desde el Frente Nacional hasta nuestros días.

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Son las mismas familias y apellidos con los mismos o diferentes nombres de sus padres, que antes sólo eran liberales y conservadores y después que las ambiciones personales desbordaron los partidos tradicionales, se han paseado por la “U”, “Cambio Radical», “Opción Ciudadana”, «El Centro Democrático» y otras marcas, que han compartido o se han turnado los gobiernos para hacernos creer que llegan a los ministerios y altos cargos a ‘sacrificarse’ por el pueblo colombiano asistiendo a largas reuniones para decidir cómo invierten y participan en negocitos por el estilo de los Odebrecht, Agro Ingreso Seguro, el robo de Bogotá, Reficar, Saludcoop, Interbolsa, etc, etc, sin contar las ‘pequeñas licitaciones’ a dedo de otras ciudades, municipios y departamentos del país.

Para estas aguas podridas de la política colombiana adueñada de la administración pública y los grandes contratos no parece haber vacuna a la vista y según lo aseguran escépticos, la corrupción se ha enquistado tanto en los génes de los colombianos, que desde las altas esferas hasta las más bajas, todos intentamos sacar beneficios del Estado de acuerdo a nuestras posibilidades y eso explica qué, así como los ministros, viceministros y sus jefes, financian sus campañas electorales y se llenan con los sobornos de las licitaciones para las mega-obras, de ahí para abajo los funcionarios intentan sacar lo suyo, robando a su medida y posibilidades.

Hasta llegar a los caciques de barrio y vereda que organizan a las comunidades para que se opongan a su ejecución exigiendo que les respeten el valor de sus propiedades y derechos más otras prebendas exageradas que retardan el inicio y ejecución de las obras y que le sirven de pretexto a los grandes contratistas para justificar los retardos y fallas y de paso demandar multimillonariamente al Estado en pleitos que muchas veces los pierde por su ineficaz defensa o porque han comprado a los árbitros y jueces encargados de dirimirlas.

En este panorama de cadenas de corrupción mucho más eficaces y engranadas que las cadenas de oración, uno llega a pensar, que de milagro medio concluyen las obras, así sea maquilladas y pintadas para taparles los errores y mataduras, como a los caballos de gitanos y en caso de ser ‘inauguradas’ duren poco como sucedió con las troncales para el Transmilenio de Bogotá, cuando en el primer gobierno de Peñalosa, los de Cemex, aplicaron las famosas losas de concreto fluido que se cuartearon a los pocos meses de entrar en funcionamiento.

Es la corrupción en el poder de los mismos dirigentes que lo han compartido, han ‘peleado’ entre ellos y se han vuelto a juntar cuando las conveniencias de clase y amistad lo recomiendan, llámense líderes del Centro Democrático, de la “U”, Cambio Radical, liberales, conservadores, etc, etc, que consideran a la política como un negocio y derecho hereditario para adueñarse del poder y enriquecerse junto a sus familiares y serviles amigos, testaferros y compinches.

Es la misma clase dirigente chapoleando en las lagunas hediondas de la corrupción que no han pasado por la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales del filtro que deberá aplicarle el pueblo colombiano apoyando para el 2018 a una coalición de dirigentes como Fajardo, Robledo, Claudia López, Navarro y otros que intenten gobernar honestamente al país saliéndonos de las aguas podridas en que lo han mantenido las camarillas hereditarias.

Felipe-Solarte-Nates

Por: Felipe Solarte Nates

Redacciòn