Las autoridades de salud en Puerto Tejada hicieron un llamado a los habitantes de varios sectores en donde se ha evidenciado la notable presencia del caracol gigante africano una especie que está dando mucho de qué hablar en esta población Nortecaucana, porque representa una verdadera amenaza a la salud y a los ecosistemas donde se encuentra.
Estos animales, cuyo nombre científico es Achatina fulica, se puede llegar a convertir en una plaga que ataca cultivos y otras especies como los caracoles criollos a los que se comen.
También puede llegar a representar una amenaza contra los humanos a los que pueden transmitir enfermedades tanto de forma directa, si entran en contacto con ellos, o indirecta, consumiendo las cosechas infectadas con los parásitos que portan estos moluscos.
Esta especie gigante no es autóctona de Colombia y se presume que fueron importados ilegalmente para un proyecto comercial que no resultó.
Además, supone un riesgo potencial para la salud humana pues pueden transmitir diversos parásitos que provocan enfermedades abdominales y otros que producen meningitis eosinofílica.
Estos caracoles son fáciles de identificar. Son muchos más grandes que los criollos, llamados guácaras y que son, además, inofensivos para el ser humano.
Los africanos miden, en promedio, entre diez y 15 centímetros, aunque pueden llegar a 20 centímetros. Además, tienen rayas blancas y de diversos marrones en sus conchas, por esos se les dice atigrados.
“Lo que no debe hacerse es tener contacto directo con ellos. Para recogerlos, y eliminarlos, se sugiere envolver la mano en una bolsa plástica o en guantes desechables, meterlos en una bolsa de agua con cal e incinerarlos” señaló Gloria Moreno Villegas, Secretaria de Salud Municipal de Puerto Tejada.
Este método no ocasiona impactos sobre el medio ambiente ni sobre otros seres vivos. Las conchas de los caracoles muertos deben desecharse pues pueden ser depósitos temporales de agua de lluvia y convertirse en criaderos del zancudo transmisor del dengue.
Hasta ahora, ninguna fumigación ha dado resultado contra los caracoles africanos. De hecho, recomiendan no hacerla pues sólo puede agudizar la situación.
Consultada sobre el tema la secretaria de Salud Municipal Gloria Moreno Villegas expuso que está considerada una de las 100 especies invasoras más peligrosas del mundo por alimentarse de un sinnúmero de plantas.
Moreno Villegas detalló que los caracoles se suelen localizar cerca de casas y otras edificaciones donde se puedan alimentar de las plantas allí presentes, aunque su dieta también incluye flores, hojas y corteza. Son activos durante la noche, momento de la jornada en el que pueden ser vistos sobre diversas especies de plantas que haya en jardines, o incluso en malezas.
“Los caracoles no son venenosos, no son tóxicos, no persiguen, no muerden, no hacen nada en realidad. El problema es que están condenados a vivir arrastrándose, y al hacerlo, van recogiendo bacterias de donde caminan. Ellos pasan por encima de heces de perros o gatos, y si esos animales tenían un parásito éste se puede ir a vivir en el caracol, ese es el problema real”. Sostuvo la funcionaria, tras advertir que este despacho, la Umata y la CRC están muy pendientes de cualquier aviso de la comunidad sobre la presencia del molusco.
A simple vista es inofensivo, pero el molusco, un gigante para el promedio de sus congéneres, puede incluso volverse una amenaza nacional, no solo ambiental y agrícola, sino para la salud pública.
Es el caracol africano (Achatina fulica), especie invasora oriunda de Kenia, Mozambique y Tanzania, que se encuentra en la lista de las 100 más riesgosas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Pueden vivir en condiciones climáticas extremas (aunque prefieren las zonas húmedas y calurosas). Y se distinguen por su capacidad para camuflarse entre la hojarasca, por el color café de su cuerpo carnoso y porque sus caparazones, en su parte más amplia, tienen líneas intercaladas de colores marrón, beige y a veces violeta.
Los caracoles nativos colombianos, por el contrario, tienen la parte mayor del caparazón en un solo tono, no rayado, y su cuerpo carnoso es gris oscuro.
El Achatina fulica ingresó al país desde Brasil o Venezuela. Fue traído por personas interesadas en comerciar la crema hecha con su baba, que es básicamente su esperma, supuestamente con gran poder para mejorar la piel y regenerarla, así como para aliviar las venas várice.
Para los agricultores, de la vereda de las Brisas en donde se ha detectado un buen número de esta plaga que destruye cultivos, es una verdadera amenaza ya que puede consumir más de 800 clases de plantas, incluso tubérculos, árboles frutales, leguminosas (fríjol, soya), cacao y algunas ornamentales. Ya es fácil verlo en cultivos de papaya, yuca, plátano, banano y aun en cultivos de café, donde no era usual hallarlo. Y para toda la población, su presencia no es grata porque pone en riesgo la salud. No es venenoso, pero usualmente es portador de un parásito que causa dolores abdominales y meningitis, una dolencia potencialmente mortal.
“No todos los caracoles tienen el parásito. Algunos de ellos lo adquieren al comer o tener contacto con residuos que dejan roedores, especialmente ratas, que lo llevan en sus pulmones y que suelen excretar al suelo. La cadena mortal sigue armándose cuando el caracol que ha adquirido el parásito contamina alimentos que son consumidos sin lavar por los humanos, en ese momento la persona se expone a que ese parásito se introduzca en su cuerpo y produzca problemas intestinales, apendicitis y, si se instala en el cerebro, meningoencefalitis, dolencia potencialmente mortal” explicó la Secretaria de Salud Municipal de Puerto Tejada.
El caracol tiene dos características que lo hacen difícil de frenar. Primero, es muy resistente y además polífago, es decir, permanece con un hambre voraz que calma comiendo cuanto encuentra, incluso el cemento de las paredes, rico en carbonato de calcio y que consume para fortalecer su caparazón. Y además tiene una facilidad increíble para reproducirse. Es hermafrodita (tienen ambos sexos a la vez) y puede aparearse con cualquier ejemplar de su especie. Cada uno puede poner tandas de huevos fértiles durante meses, entre 100 y 200 por cada postura, que eclosionan en máximo 21 días.
Cada caracol tiene una vida promedio de 5 a 9 años, y vive entre ramas de vegetales en descomposición. Por eso, no olvide vigilar jardines y huertas, los lugares donde mantiene su peligrosa descendencia.
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